Se pelean entre ellos. Antes daba risa, ahora da pena, y hasta asco. De un tiempo a esta parte, estamos asistiendo a un curioso -y ciertamente, vergonzoso- pimpampum entre sectores ultraortodoxos de nuestra Iglesia. Ya no se conforman con apuntar con el dedo inquisidor a aquellos que se salen de la norma. Ahora se denuncian entre ellos. Todo por tener la "patente de corso" de la catolicidad en este país.
No es momento de dar sus nombres porque todos ustedes saben de quiénes hablamos: en el campo de la defensa de la familia, la vida, la educación, la participación política, la agitación pública... Y todo ello, ante la pasividad de los actuales dirigentes del Episcopado, más preocupados en cuidar su parcela de poder -y, sobre todo, en que llegue pronto agosto- que de pastorear un rebaño que, cada vez más, funciona como ovejas sin pastor.
Hay que romper el círculo de la iniquidad, del desprecio a lo diferente, de la mano de hierro y el yunque -sin segundas, o con todas ellas- que asfixia la libertad. Hay que comprometerse con los talentos que nos han tocado en suerte, y poner negro sobre blanco el fariseismo de aquellos que, creyéndose en posesión de la verdad, maquinan, destruyen y mancillan la imagen de la Iglesia del Resucitado. Y habrá que empezar a dar nombres, y datos, de quienes lo hacen y de quiénes -con la cruz pectoral al frente- colaboran con esta indignante guerra de taifas ultraortodoxas. ¡Ah! Sólo por dejarlo claro: las amenazas -las veladas, y las más explícitas-, no sirven de nada. Sólo de acicate para seguir trabajando.
http://blogs.periodistadigital.com/elbaronrampante.php/2011/01/23/hay-que-romper-el-circulo